Enrique Campuzano reclama la defensa del patrimonio de los órganos tras el incendio de Nantes

El presidente de la Asociación del Organo Hispano, Enrique Campuzano, ha escrito a petición de Future for Religious Heritage. Plataforma por la Defensa y Salvaguarda del Patrimonio Religioso Europeo, del Consejo Asesor de la UNESCO, un artículo donde reclama la atención y la defensa de los órganos históricos por parte del Estado. El incendio de la catedral de Nantes y la pérdida de su valioso órgano, ha impulsado a Campuzano a retomar la visibilidad del gran problema de estos instrumentos que a pesar de su enorme valor, aún no están reconocidos en España como Bienes de Interés Cultural. El artículo es el siguiente:

El órgano de Nantes y nuestro patrimonio

Enrique Campuzano Ruiz

Presidente de la Asociación del Órgano Hispano

La noticia de la destrucción del órgano de Nantes nos hace reflexionar sobre la situación en que se encuentra y el papel que desempeña en la actualidad el órgano en las catedrales, pero también, y quizás más relevante en el resto de edificios –monasterios, conventos, parroquias, santuarios- cuya problemática es distinta en diversos aspectos, sobre todo el económico, pero mucho más preocupante.

¿Cuál es el nivel de protección legal y real de estos grandes instrumentos que fueron capitales para la liturgia católica y protestante y además han sido el elemento fundamental de formación didáctica de la mayor parte de compositores hasta el siglo XX?  Escaso, inapreciable, lamentable…

Lamentable es la pérdida de estos instrumentos por acciones vandálicas, como el caso de este Cliquot, de la saga de los grandes organeros de Francia en los siglos XVII y XVIII. Pero en muchas ocasiones es la desidia, la negligencia o la ignorancia las responsables de esta situación, y sobre todo, porque va en aumento.

En Francia, al menos, los órganos de las catedrales son propiedad del Estado, que tiene el deber de conservarlos.  Sin embargo en España no existe esa protección legal. La mayoría de los órganos de las catedrales no están declarados Bienes de Interés Cultural (BIC) y por tanto el Estado no tiene obligación de conservarlos. Algunos grandes proyectos y actuaciones distraen la atención de lo que verdaderamente se necesita.

En nuestro país, varios órganos del mejor organero romántico –Aquilino Amezua-  han estado a punto de ser sacrificados en varias catedrales, o sustituidos los órganos históricos por electrónicos,  cuyo resultado ya se ha comprobado que no es el más eficiente por la naturaleza de las nuevas tecnologías que avanzan tan rápidamente y se quedan obsoletos y los continuos fallos en las programaciones de sus elementos, que impiden que estén disponibles para grandes eventos, además del coste  económico consiguiente. Conocido es el reciente revuelo ocasionado por la instalación de un órgano electrónico en la basílica de San Pedro del Vaticano, que tras dos años, felizmente se ha logrado que sea retirado de tan emblemática sede.

Pero también por la ignorancia de muchos que no reconocen el valor histórico y musical de estos instrumentos. Salvo excepciones, los catálogos histórico-artísticos y patrimoniales no incluyen a estos instrumentos. Tenemos recientes los ejemplos de una gran institución, el Patrimonio Nacional, que no tiene claras las ideas de conservación y restauración de los órganos, ni incluso su valor histórico y patrimonial.

El ente encargado de la conservación de este patrimonio, el Instituto de Patrimonio Cultural Español (IPCE) no dispone de ningún especialista en el campo de la organería,  a pesar de las recomendaciones y ofrecimientos de  nuestra asociación a los tres últimos directores, siendo éste el único ámbito que falta para completar el servicio operativo patrimonial.

Tampoco las instituciones privadas ayudan mucho. En la catedral de Tudela la Institución Príncipe de Viana prohibió al Arzobispado de Pamplona, que pretendía colocar un buen órgano, avalado con el informe favorable de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con el ridículo argumento de que un rayo de luz solar que entraba por una ventana en un cierto mes del año, e iluminaba una imagen devocional, se rompería ante la presencia del órgano. Por no hablar de la “mutilación” de un órgano de la mezquita-catedral de Córdoba.

Por su parte, a pesar de que las instituciones religiosas, sus propietarias en general, velan por su mantenimiento, la carencia de medios impide que lleguen a todo su incalculable patrimonio. Pero algo más podrían preocuparse. Así, la Conferencia Episcopal no ha hecho esfuerzos para que los organistas litúrgicos, que son en gran medida los que conocen y les mantienen operativos, no dicte desde hace 15 años unas directrices básicas que faciliten su status y sacrificio,  casi siempre voluntario, siendo imprescindible su colaboración en la conservación y  mantenimiento de los órganos.

No menos llamativa es la desidia del Ministerio de Cultura y de los organismos de las comunidades autónomas, que tienen sus competencias en este terreno, (Cantabria y Asturias son una excepción) que no se han preocupado de su protección legal, ya que más del 80 por ciento de los órganos históricos existentes en nuestro país quedan fuera la ley de Patrimonio Histórico Español (1985) al no estar declarados Bienes de Interés Cultural.

Sin embargo, no todo ha de ser negativo. También  podemos contabilizar iniciativas, tanto públicas como privadas, que mantienen, casi siempre con ayuda desinteresada de las asociaciones de amigos, – el voluntariado es importante, pero no es la solución- la llama viva de los festivales, ciclos o conciertos de órgano en diversas comunidades autónomas, destacando los referentes al País Vasco, Cantabria, Aragón y Cataluña, o algunas provincias de Castilla y León, junto con los ciclos ya consolidados de San Sebastián, Sevilla o Madrid.

Hay que destacar también la nueva generación de organistas, y los cursos de formación especializada en los diferentes ámbitos – barroco, romántico o litúrgico- que constituyen el germen del esperado resurgimiento del órgano hispano, y la cada vez mayor profesionalidad de los organeros, en competencia con los europeos alemanes y franceses. Ello ha hecho posible que se hayan restaurado, renovado o fabricado excelentes órganos nuevos para auditorios, catedrales o incluso parroquias de ciudades con el apoyo institucional, y también de los propios ciudadanos, e incluso proyectándolo hacia Hispanoamérica, en Panamá, Perú o México.

Ante esta situación las conclusiones son claras: la conservación del patrimonio, que es sin duda la memoria de nuestra especie humana, no es tratada con el rigor e inteligencia que se merece, y por tanto su seguridad y protección se encuentran en serio peligro y no solo por cuestiones accidentales, sino por su propia naturaleza, en este caso extremadamente sensible, que requiere una mayor atención, reconocimiento, dedicación de recursos y amor.